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Debe, a su vez, concebirse e implementarse un plan
nacional de lectura concurrente con los planes parroquiales,
municipales, provinciales y regionales, y con la industria edi-
torial, con visión de mediano y largo plazo.
Por último, la Ley deberá revisar la situación de los
monopolios editoriales cuya reproducción, al controlar la ca-
dena edición – distribución – comercialización, ha desplazado
no sólo a la tradición editorial nacional sino al creador mis-
mo, al editor y hasta a los lectores, centrando su quehacer en
cinco líneas: producir libros objeto que reducen lo literario a
su mínima expresión; producir libros de costos inaccesibles;
producir necios y superficiales libros comerciales; producir
textos oficiales, en muchos casos de calidad deplorable, bajo
contratos con el Estado; y un último fenómeno de reciente
ocurrencia, producir indiscriminadamente una literatura in-
fantil nacional que poco de excelente, aunque existe, puede
ofrecer.
Esto me lleva a un último punto: la Ley debe consi-
derar la protección y el fomento de la creación.
Y se acabaron los 5000 caracteres… y aún tengo
mucho que decir.
Foto: Sistema Nacional de Bibliotecas