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ANÉCDOTAS
Bendito Círculo
Tomado de Revista Mundo Diners mes de junio
l pasado Día del Libro fui invitada a hablar sobre mi librerías: la librería venía a la casa en formato revistilla a todo color.
experiencia lectora y escritora. De esto último se me hace Aún no sabía lo que era excitarse y ya me excitaba ese catálogo.
difícil hablar: me aturullo, enrojezco, quiero salir corriendo. Reconozcámoslo, la mayor parte de la oferta de Círculo de
E Yo escribo lo que puedo, con sufrimiento o goce, pero ese Lectores era clase B, pero de vez en cuando se colocaban en
sufrimiento y ese goce son míos y me parece feo airearlos como medio de El masaje sensual o En forma sin esfuerzo, Cavafis,
calzones recién lavados. Tal vez escuché demasiado esa frase de Hemingway, Capote, Maquiavelo, Henry Miller, Camus, Agatha
“alábate pato que mañana te mato”, pero me cuesta ser de esos Christie y, bueno, Stephen King. Gracias al Círculo, yo muté en
escritores encantados de hablar sobre lo bien armada que está la una tragaldabas de libros. No había manera de quitármelos:
tensión en su libro. Tal vez porque son artistas y yo soy más bien si me apagaban la luz, leía con linterna. Casi niña, lo leí todo:
artesana y los artesanos, creo, hablamos menos. esposas de Hollywood, Flores en el ático 1, 2 y 3, El pájaro
Así que el día de la conferencia recurrí, como tantas veces, a espino, Adiós Jeanette, Lazos de sangre y un larguísimo
Borges y esa frase maravillosa “que otros se jacten de las páginas etcétera de best sellers -ah, los ochenta- absolutamente
que escribieron; yo estoy orgulloso de las que he leído”. Pudores impropios para mi edad.
fuera: yo he leído como si la vida se me Que leyera sobre incestos,
fuera en ello. Como un perro busca un promiscuidades y erotismos de un
hueso, desgarrando la tierra con las sacerdote, no era lo más perturbador
uñas, enterrándome. Como una para mis padres, sino la obsesión
hambreada: chatarra o gurmet, que, gracias a El diario de Ana
caducado o fresco. Yo he leído Frank, adquirí por la Segunda
como una ninfómana: en Guerra Mundial. Con 12
todas las posiciones, a toda o 13 años leía como una
hora, varios a la vez. Yo he desquiciada diarios de
leído lamentando que por nazis, testimonios de
mucho que lea no podré sobrevivientes, biografías
leerlo todo. Mi patria, como de Hitler y su gavilla, y
dijo el mexicano Jorge todo lo que sobre ese tema
Volpi, es mi biblioteca. cayera en mis manos.
Dice mi mamá que de Mis padres, supongo que
pequeña, cuando trataba por miedo a mi salud
de leerme, yo le contaba otra mental, encargaron -al
historia basándome en los Círculo, claro- una coqueta
dibujos. Supongo que para leerlos colección de libros para
yo misma. Yo estaba loca por saber adolecentes llamados Las
leer y por poder, por fin, establecer mellizas y el amor, lo que hoy
con los libros esa relación íntima que es sería Crepúsculo, pero sin vampiros
la más larga, sólida y perfecta que he tenido y ñoños. Era demasiado tarde: yo ya era
tendré en mi vida. una lectora seria. Esos libros cursis los leí
Mucha gente se imagina mis padres con unas bibliotecas en una tarde y por la noche seguí con Los hornos de Hitler.
enormes plagadas de Flaubert, Dostoievski, Cervantes y Dickens. El día del libro alguien me preguntó a quién le debo mi afición
Creen que únicamente de esos hogares salen lectores voraces, por la lectura y creo que es a mi papá, el socio de Círculo, un
pero no es así: mis padres, clase media sin estudios universitarios, lector nada remilgado en cuanto a la calidad literaria, pero sí
no eran intelectuales, pero en mi casa había libros y no digamos incansable. Nunca nos forzó a leer, nunca hizo proselitismo, solo
clásicos, pero si libros, estanterías llenas de libros, paquetes de leía. En mis recuerdos más antiguos, lo veo leyendo a la luz de
fragantes libros recién hechos. Jamás me dijeron que los leyera. la lamparita pegada al respaldar de la cama. Por muy cansado
Simplemente estaban ahí. que estuviera, jamás se dormía sin leer unas páginas, yo veía a
Y eso debo agradecérselo al maravillosamente ochentero esa escena -un hombre, iluminado apenas, con un libro en las
Círculo de Lectores que, con sus suscripciones y cuotas, y con la manos- como algo mágico. Para mi la luz no venía de la lámpara,
persistencia voraz de sus vendedores puerta a puerta, consiguió sino del libro mismo. Y yo quería con todas mis fuerzas que esa luz
que mi papa se enganchara a los libros. Nosotros no íbamos a también me iluminara. (María Fernanda Ampuero)
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