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A libro abierto
Jaime Vicente Pérez
Roquero, pecador y leal.
Por: Ángel Jaramillo Velasteguí
El resplandor al final de un lar- Jaime es un gran colec-
go corredor bañaba tenuemente cionista, tiene una excelente pina-
decenas de obras de arte colgadas coteca, principalmente de artistas
en sus paredes. La retina de un plásticos ecuatorianos: Carlos Ca-
niño con una sensibilidad especial tasse, Luigi Stornagiolo, Gutiérrez,
se impresionaba todos los días al José Unda. También, en un rincón,
caminar por este espacio. Era uno podemos ver una gran colección
de los lugares preferidos de Jaime de piezas precolombinas. Es un
Vicente Pérez cuando niño, en la museo.
casa de sus padres en Barcelona,
España. ”Nosotros creamos el
Ahora que lo visito, siento hábito a la consulta,
algo parecido al conocer su ofici- y si de cien personas
na. Es como entrar en un museo una se hizo lectora por
o mejor dicho en una tienda de
antigüedades. Es un espacio car- la consulta, caray, son
gado de historias y que de muchas muchos los lectores que
maneras traduce la personalidad
de nuestro nuevo amigo: Jaime hemos creado”
Vicente.
De una familia de clase
Nos sentamos en este media, trabajadora. Comienza a la-
abigarrado y ecléctico espacio borar muy temprano, a los catorce
a disfrutar de esta charla, junto a años, en una talabartería. Después
Oswaldo Almeida, mano derecha desarrolló su gusto por el trabajo
y subgerente de Grupo Editorial en el grupo Santa Eulalia, donde
Océano. Conforme conversamos era aprendiz. Curiosamente busca-
se nota que Jaime Vicente es de ba un poco más de comodidad en
los buenos catalanes, sobre todo los horarios de trabajo, así se con-
cuando mezcla de manera incons- tactó con el Grupo Editorial Danae.
ciente el español con su lengua Ahí se trabajaba de lunes a viernes
materna. y el sábado libre.
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