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Las clasificaciones por edades son también enteramente
      El libro en su mundo  para llegar a la meta.
         subjetivas y deben ser tomadas con pinzas por quienes
         leen  y  por  quienes  forman  lectores.  Es  tan  solo  un
         andarivel  que  no  impide  que  el  corredor  invada  otro


         La  escolarización  de  la  literatura  –insiste  Graciela
         Montes–  es  algo  muy  viejo  y  peligroso:  puede  llevar
         de la diversidad a la homogeneidad, de lo casual a lo
         reglado, de lo global a lo fragmentario, de lo gratuito a
         lo aprovechable, de la pasión a la acción:

         Se corre el riesgo de que terminen eligiéndose las
         lecturas por su adecuación a esas necesidades
         de  actividad  permanente,  que  se  terminen
         eligiendo obras mansas y ‘llenas de temas útiles’
         –herramientas para todo uso, que resultan tan       no  le  caen  a  uno  del  cielo,  sino  que  uno  los  busca
         baratas– exprimibles hasta la última gota, pero     y  los  encuentra;  que  no  son  una  casualidad  sino
         mediocres  o  decididamente  falsas,  sin  valor    una  elección,    aprendizaje  y  ejercicio  de  la  libertad.

         literario alguno, y que la nueva literatura sólo
         encuentre canales de publicación en tanto cumpla    Son  placeres  que  nos  incomodan,  preocupan,
         mansamente con ese rol de auxiliar docente.         constriñen,  exigen,  tensionan,  pero  nos  hacen  felices
                                                             cuando coronamos sus cumbres y nos dejan gratos e
                                                             indelebles recuerdos en el alma. Son aquellos que nos
         La frivolidad                                       permiten crecer sin que nos demos cuenta y hace que
                                                             “nosotros, los de entonces, ya no seamos los mismos”.
         Se inició con un eslogan que en su momento fue muy   Ese es el tipo de placer que nos proporciona la lectura.
         saludable: “El placer de leer”. Nadie está en contra de
         esta afirmación, pero muy pocos saben lo que implica.   ¿Quién dijo que leer es fácil?, se pregunta la autora que
         Hay  varias  clases  de  placeres:  aquellos  “ociosos”  o   venimos citando desde el comienzo:
         “pasivos”, que consisten en un mero dejarse estar, en
         un abandonarse entre lo muelle de un almohadón, el   ¿Quién dijo que leer es contentura siempre y no
         vaivén de un columpio o una hamaca, o la semihipnosis   riesgo y esfuerzo? Precisamente, porque no es
         de  la  televisión.  Estos  son  placeres  intrascendentes,   fácil, es que  convertirse  en  lector resulta  una
         que  no  dejan  nada  después  de  concluidos;  que   conquista. Precisamente, porque no es fácil,
         no  nos  permiten  crecer  como  seres  humanos.    es que no es posible convertirse en lector sin la
         Están  asociados  a  la  comodidad,  facilidad,  diversión,   “codicia  del  texto”.  Si  leer  fuese  sólo  vivir  entre
         humor y sensualidad. Pero hay otro tipo de placeres que   almohadones, los planes de lectura y otros afanes
         tienen  muy  poco  en  común  con  los  ya  mencionados,   no tendrían el menor sentido.
         son  aquellos  que  se  conquistan  con  esfuerzo;  que
                                                             La  lectura  es  como  el  amor:  no  podemos  conocer
                                                             plenamente a una persona durante el primer encuentro
                                                             que  sostenemos  con  ella.  Es  posible,  eso  sí,  que
                                                             quedemos cautivados con su ingenio, humor,  modales,
                                                             y  belleza  exterior.  Pero  tan  solo  después  de  muchos
                                                             otros  encuentros  podremos  aprehender  la  verdadera
                                                             esencia  de  su  mundo  interior.  No  es  este  un  asunto
                                                             fácil  o  light,  sino  de  una  enorme  complejidad.  Con  el
                                                             texto sucede exactamente lo mismo: autor y lector se
                                                             reconstruyen mutua y permanentemente, a condición
                                                             de esforzarse por develar un cúmulo de sentidos que
                                                             permanecen ocultos para el común de los mortales.















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