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que hacen de Quito una ciudad diferente: su gente, sus
museos y conventos, sus monumentos, sus callejuelas
llenas de historia, sus personajes, tradiciones y leyendas,
sus cartas geográficas, sus precursores, mestizos e
indígenas valientes que lucharon por la libertad, y
ciudadanos y ciudadanas de a pie –comunes y silvestres,
pelucones o no, con herencias o sin herencias–. Por
eso, vale la pena recordar que ayer la opción fue la
libertad política; hoy es urgente la libertad económica y
educativa, que capitalice la eficiencia y la solidaridad con
una democracia plena y un nuevo proyecto de ciudad
en ciernes.
La “ciudad-libro” significa “leer” las realidades que
coexisten: los rostros de la pobreza y la pobreza
extrema, así como las otras “pobrezas” (las morales:
los niños trabajadores, los cargadores, las lavanderas,
los alcohólicos, los drogadictos y mendigos), y la
monumentalidad de su arte –especialmente religioso–
y los nuevos escenarios de la modernidad, que se
expanden por los valles. En esa línea de pensamiento
hay un corpus muy claro en favor de la inclusión real; es
decir, no solo planificar la regeneración urbana sino la
regeneración humana, fundamentalmente. ¡Y evitar en
Quito toda forma de esclavitud, que todavía subsiste!
Cátedra de la quiteñidad
Para completar esta reflexión, es necesario considerar
que los estrategas tienen en la historia de Quito, una
cantera enorme de ideas para convertir a la ciudad
antigua en un museo vivo –peatonizado–; que se
abra la cátedra de la quiteñidad y se enseñe en todas
las escuelas, colegios y universidades, y se forme al
ciudadano-peatón/conductor desde que nace, para
lograr una ciudad ordenada y segura.
Quito debe ser rediseñada para andar con seguridad,
para disfrutar de sus microclimas y paisajes, para
conversar en espacios públicos amigables, para
practicar deportes y recreación, para encontrar lugares
de encuentro y disfrutar de su historia.
Recuperar el cabildo
Es urgente, además, recuperar el cabildo en cada
comunidad para descentralizar la gobernanza y construir
redes sociales –mediante el gobierno electrónico–.
Manuel Castells y Giovanni Sartori tienen propuestas
originales para construir las ciudades del futuro,
donde lo digital va de la mano de otras experticias para
construir ciudadanía y así romper, progresivamente, el
círculo vicioso de la anomia y la indiferencia. Porque el
denominado “compromiso quiteño” no es individual sino
plural.
Quito, desde su fundación, ha sido una ciudad
universitaria. Hoy en día, debe recuperarse esta
condición mediante una relación más próxima entre
Quito con la academia, la investigación y la vinculación
con la comunidad.
Y crear con urgencia una red de bibliotecas que nutran
de sabiduría, historia e identidad.
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