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Tiempo después, Franz Kafka se verá a sí mismo como
un monstruoso bicho en La metamorfosis. En una vieja
máquina de escribir que será compartida, Mario Vargas
Llosa y Gabriel García Márquez relatarían dos de las
novelas más sobresalientes del Boom Latinoamericano:
Cien años de soledad y La ciudad y los perros, obras lejanas
de pensamiento pero cercanas en amistad.
Todos ellos tienen algo en común, no necesitaron de una
“influencia” externa como la Internet para poder crear
sus obras. Todo fue saliendo de la propia transformación
de la palabra escrita hasta hacerla arte. Realmente sería
muy impresionante regresar en el tiempo y ver detrás
de una Underwood a Joyce, a Scott Fitzgerald, a Faulkner,
a Cortázar, a Günter Grass y demás escritores pasando
las horas detrás de un teclado e imaginando situaciones
paralelas a la realidad que vivieron.
Sin embargo, esos autores dejaron paso a otros más
nuevos como Stephen King, quien ya en tiempo de
madurez literaria, utiliza un ordenador para crear a sus
demonios y quizá con mayor razón busque en la web
algunos datos precisos.
Con la llegada de la Internet, se podría decir que la idea
de Jorge Luis Borges en su Aleph se hizo realidad. Toda
la información y el conocimiento del mundo ahora caben
en un solo sitio, una serie de “espacios” intangibles que
llegan a miles de millones de hogares, oficinas, teléfonos
inteligentes, tablets y demás aparatos electrónicos al
instante. Por los diversos dispositivos llegan noticias,
se descargan novelas, se leen y se archivan tomos
completos de enciclopedias (que complementan a las que
originalmente fueron creadas en la red), se ven fotografías,
se hacen compras y hasta se puede recorrer el mundo a
través de mapas interactivos. Claro está que la mente se
llena en pocos instantes de una cantidad de datos que
leemos –a veces al paso y otras más a fondo–.
Los millennials de la “era digital” y las generaciones
posteriores parecen ya haber nacido insertados con
un chip para consumir todo por el ciberespacio. Las
estrategias comerciales de librerías y editoriales han
cambiado de manera drástica. Ahora hasta ciertos autores
noveles que no pueden invertir dinero para publicar sus
propias obras, miran en plataformas como Wattpad o
Amazon una oportunidad para darse a conocer. Planeta
o Random House utilizan estas páginas para saber cuánta
gente lee los nuevos materiales y qué opinan a través de
comentarios, con el objetivo de crear un nuevo género
de bestsellers de posterior impresión física, aparte de
los youtubers que escriben libros y se venden por su
popularidad en redes sociales.
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“Los hábitos lectores Tendencias
pueden ser muy variados, pero
lo importante es usar este instrumento
tan maravilloso como la Internet
para poder desarrollar la mente y
“enriquecerse de algo nuevo.
En Ecuador, concretamente, la gente al parecer no tiene
todavía un debido acercamiento a páginas web para
descargar libros, tal y como sucede en otros países donde
hasta los Kindle se venden como pan caliente. ¿Cómo
entonces influencia la Internet en la lectura? La doctora
Roalía Arteaga, en una entrevista dada en el programa
Ver-Sátil de la Radio de la Casa de la Cultura, expresó:
“Hay gente que cree que la Internet es enemiga
de la lectura y no es así, hay muchos libros que
se pueden leer en la red; se puede investigar y
de alguna forma eso puede incentivar la lectura
también”, esto refiriéndose sobre todo al hecho de
que son los jóvenes quienes más usan este tipo de
aparatos para sus actividades cotidianas.
Es interesante, además, ver cómo los blogs se han
encargado de especializarse en crítica literaria o
permiten que la gente intercambie ideas en foros, lo cual
es enriquecedor porque no solo fomenta a nutrirse de
información dentro de la web, sino buscarla en otras
fuentes importantes.
Los hábitos lectores pueden ser muy variados, pero lo
fundamental es usar este instrumento tan maravilloso
como la Internet para desarrollar la mente y enriquecerse
de algo nuevo. Quizá en un estante empolvado esté
aquella vieja novela llena de aventuras, pero ahora luzca
con las páginas desparramadas y el encuadernado ya
desgastado, lo más seguro es que ese mismo ejemplar
esté en la red para descargarlo o haya la oportunidad
de colgarlo en algún sitio digital para dar una nueva
posibilidad a la comunidad de reencontrarse con los
escritores y hasta armar un tema de conversación
interesante que permita encontrar nuevos amigos, a
través de intereses comunes.